LA PLANICIE DE FACE RETAMA DE GUADIX
Julio,
2013
Francisco de Asís Fernández García
Resumen: El yacimiento
de Face Retama alberga el único ejemplo conocido en la geografía patrimonial hispánica
de complejo religioso mudéjar subterráneo, compuesto por veinte y cinco salas
excavadas y una sacristía porticada obra del siglo XVIII-XIX.
Palabras
clave:
Face Retama, arquitectura mudéjar, morisco, San Torcuato, comarca de Guadix.
Abstract: The
archaelogical site of Face Retama contains the only known example in the
Hispanic heritage of religious and underground mudexar complex, formed of twenty-five
excavated rooms and a porched sacristy, dated from the eighteenth-nineteenth
century.
Key words: Face
Retama, mudexar arquitecture, morisque, San Torcuato, Guadix region.
El yacimiento de
Face Retama se encuentra en el límite de los términos municipales de Guadix y
Fonelas, en la provincia de Granada. Ocupa gran parte de la planicie del mismo
nombre y desde la cual descienden varias ramblas hacia el corredor medio del
río Fardes y su vega. Un cerro alargado y de escasa altura recorre la planicie
de norte a sur, partiendo en dos vertientes el paraje. A ambos lados del cerro,
encontramos numerosas cuevas habitadas hasta prácticamente la segunda mitad del
pasado siglo XX, la mayoría adscribibles a época musulmana y morisca. En el
arranque de las ramblas que se derraman desde la vertiente este de la planicie
también encontramos cuevas de este tipo, las últimas en deshabitarse del lugar.
El complejo subterráneo de San Torcuato
se encuentra horadado en el extremo norte del cerro, con una ermita exterior de
estilo mudéjar tardío, situada a unos cincuenta metros al este del complejo.
Finalmente, a unos ochenta metros en dirección norte, encontramos un aljibe también
de época moderna.
Desde época prehistórica hasta la llegada de
la industrialización a finales del siglo XIX, la planicie de Face Retama ha
venido articulando geográfica, económica y socialmente el interior del corredor
medio del río Fardes, tierras calificadas históricamente en los documentos como
baldías. La planicie se encuentra en
el centro geográfico del cinturón de badlands,
conectando todo el territorio a través de diversas ramblas, caminos y sendas.
Importante nudo de comunicaciones terrestres desde la más temprana antigüedad, en
esta zona de interior históricamente se ha documentado tradicionalmente un
poblamiento diseminado en cortijadas y cuevas, con una economía prominentemente
pastoril, de agricultura de secano y de aprovechamiento del monte bajo.
Hasta fechas relativamente cercanas, el lugar
dispuso de recursos acuíferos estables durante todo el año mediante el aprovechamiento
de las aguas subterráneas y de los depósitos construidos por el hombre para
captar el agua de la lluvia -hasta la
década de 1960, un caño de agua brotaba a escasos metros de la ermita de San
Torcuato- y fruto de ello es la abundancia de topónimos relacionados con
el agua en las cercanías de la planicie de Face Retama, como Barranco
del Aguadero, Nacimiento, Barranco de las Piletas, Barranco de la Alcantarilla, etc. Estas ramblas
descienden desde las alturas de los llanos de Baza hacía la cuenca del río
Fardes dejando a ambos lados la planicie y permitiendo el tránsito de personas
y bestias durante la mayor parte del año. Las evidencias cerámicas indican que en
una de las ramblas que conducen a la planicie de Face Retama –la del Aguadero- un covarrón natural, estratégicamente
situado en un angosto barranco que asciende hacía una amplia terraza ocupada en
la actualidad por almendros, debió servir ya en época prehistórica de refugio estacional
a una comunidad de pastores. Se
trata de un paisaje seco, dominado por la secuencia de barrancos, tajos y
cárcavas, sin orden y de trazado caótico, con escasa vegetación y poca o
ninguna huella humana. Un paraje que, a pesar de su aparente
aislamiento, se encuentra interconectado con los hitos económicos más importantes
a su alrededor, siendo la ganadería la principal actividad económica
articuladora con el exterior a través de la ancestral cañada de ganado que
recorre la planicie proveniente de Segura hacia Guadix y Sierra Nevada.
Evolución
histórica de la planicie de Face Retama
A través de este registro cerámico y de la
evolución arquitectónica de las cuevas estudiadas tanto en la planicie como en
las ramblas cercanas, podemos esbozar a grandes rasgos la evolución poblacional
de la planicie desde al menos época islámica hasta la actualidad.
No hemos documentado cerámica romana ni
visigótica en la planicie, tampoco ningún elemento arquitectónico perteneciente
a esa época. Los fragmentos islámicos más tardíos pueden situarse por su melado
y composición en el siglo XI, contemporáneos al trazado de la acequia que
discurre por la rambla de Palomar, conocida como Ruta. Se trata de cerámica doméstica, sin decoración ni otro
acabado a excepción del melado ocre. Dada la escasez de bordes y de fragmentos
de mayor tamaño resulta difícil incidir más en su tipología que parece
prolongarse sin cambios a lo largo de toda la ocupación islámica del paraje.
Estaríamos hablando de comunidades
trashumantes que en su discurrir por la cañada de Segura-Sierra Nevada
ocuparían el paraje estacionalmente durante la temporada primaveral y
veraniega, desplazándose a tierras más bajas con la llegada de los primeros
fríos. La primera obra en las cuevas de la planicie surge en este período. Cada
hábitat familiar constaba de dos cuevas situadas a escasos metros una de la
otra. La primera era utilizada como vivienda y la segunda como establo para la
guarda nocturna del rebaño. En las cuevas estudiadas de las ramblas del Grao y
del Agua esta segunda cueva excavada destinada al ganado es sustituida por el
acondicionamiento de un pequeño prado elevado aledaño cercado probablemente con
cañizo, esparto y otros materiales ligeros.
Para la vivienda, se partía de un largo y amplio corredor central y normalmente
a la derecha se excavaba una sala rectangular donde se situaba el hogar sobre
una base de mampostería. Un largo canal de ventilación ascendía verticalmente
horadando el cerro para permitir la salida del humo. A la izquierda del
corredor central, encontramos otra sala rectangular de parecido tamaño a la
anterior, que servía de alojamiento principal. Un elemento clave en el estudio
arquitectónico de estas cuevas sería la tipología de sus cubiertas, de forma
plana o irregular para este período islámico y de doble vertiente para el posterior
moderno cristiano. Respecto a las cuevas destinadas a establo, la única
variación respecto a las utilizadas como vivienda, consiste en una única sala
rectangular situada a la izquierda del corredor central y cercana a la entrada,
donde se almacenaba el forraje o los aparejos de las bestias, la sal, etc.
El registro cerámico para las épocas moderna
y contemporánea es abundante, lo que supone una ocupación más intensa del
paraje y sus cuevas.
Si la conquista musulmana
no supuso un cambio radical en la composición del sustrato demográfico del
corredor medio del Fardes, con una población cristiana y judía más o menos
asimilada al nuevo orden político-religioso, la dominación cristiana a partir
de finales del siglo XV supondría la ruptura de la convivencia social entre las
tres Culturas del Libro. Moriscos y judíos terminarán por
convertirse o emigrar, configurándose un marco demográfico exclusivamente
cristiano. Las campañas militares serán protagonizadas por los ganaderos de
Cazorla y Segura, de Jaén, Quesada o Úbeda y la repoblación quedará también en
sus manos. Como principales impulsores y protagonistas de la guerra contra los
musulmanes, serían también quienes más se beneficiasen de los repartos en la
comarca. A finales del siglo XV gran parte del
tramo medio del Fardes, incluida la zona de barranqueras del interior, pasó
manos de don Álvaro de Bazán -el Viejo-
como recompensa a su participación en la campaña granadina. Entre las
posesiones del abuelo del vencedor de Lepanto se encontraban la planicie de
Face Retama y las ramblas que descienden de ella hacía la vega del Fardes.
Estas posesiones fueron posteriormente vendidas por su nieto y vencedor en
Lepanto, también de nombre Álvaro y de apellido Bazán. La compra la realizó el
13 de agosto de 1539 don Lázaro de Santa Cruz quién junto con su esposa, doña
Inés de Mesqua, instaurarían sobre estas posesiones un mayorazgo a favor de su
hijo Juan Pérez de Mesqua.
La ermita de San Torcuato en el paraje de
Face Retama es una construcción de estilo mudéjar, levantada en el siglo XVII.
Se trata de una edificación compuesta por una nave principal y una capilla
mayor, separadas por un arco toral, ambas de similares dimensiones. A través de
diversos elementos arquitectónicos y ornamentales podemos datar la construcción
del edificio en los siglos XVII-XVIII. El primero de ellos es su armadura de
paño apeinazado del tipo lima bordón, de forma en artesa de cuatro faldones.
Este tipo de armadura mudéjar se extendió por toda la comarca de Guadix en el
siglo XVII[1].
Respecto a los canes, la tipología que presenta la ermita de San Torcuato es la
de acanto, también presente en el coro de las iglesias de Cogollos de Guadix,
Beas o La Peza, pertenecientes ya al s. XVIII, aunque en la primera de ellas
los canes de acanto en su capilla mayor pueden ser datados a finales del XVI,
sustituyendo unos anteriores de diseño gótico[2].
La zona porticada que precede la entrada a la ermita fue realizada a mediados
del siglo XVIII. El cuerpo porticado, de una sola vertiente que cae desde el
muro de la ermita, cumple al igual que el añadido porticado de la capilla mayor
-sala 24- del complejo subterráneo una función en la recepción de los creyentes y ambos presentan
elementos de arquitectura neoclásica. Sin embargo, a diferencia de la sala 24,
los frescos que cubren el interior de la ermita se han conservado en gran parte
-aunque bastante deteriorados- sin que fuesen cubiertos por encalado ni
mezcla.
Este cuerpo porticado añadido nos ha servido –al menos modestamente lo
pensamos- al igual que el interior del falso campanario que corona el conjunto
excavado, para confirmar las diferentes fases constructivas del yacimiento.
Tomando algunas muestras del mortero de ambas obras en su confluencia en los
muros de la ermita, y comprobando el grosor del ladrillo usado en la fábrica,
observamos ciertas diferencias, como la textura y composición del mortero –más
ligero y con menos intrusiones de minerales conforme nos adentramos más en el
tiempo, más rugoso y con mayor densidad de minerales conforme nos aproximamos a
época contemporánea-, el mayor grosos del ladrillo a mediados del siglo XVIII y
su forma más compacta, frente a un ladrillo del siglo XVII más fino y gastado
por la erosión. Estas muestras fueron posteriormente comparadas con otras
tomadas en los diferentes arcos que hemos encontrado a lo largo de nuestro
estudio. En todos los ejemplos parece confirmarse estos patrones constructivos
y ajustándose a la cronología que hemos aplicado a los diferentes conjuntos
constructivos. Las muestras de mortero
a las cuales nos referimos lógicamente no fueron extraídas del paramento para
no dañar el ya de por sí lamentable estado de conservación del conjunto,
limitándose por lo tanto nuestro estudio a un minucioso análisis visual-táctil
sobre el terreno y fotográfico comparativo posterior ya en nuestro estudio.
En cambio en el interior del
complejo encontramos numerosos elementos murarios desprendidos, por lo que
pudimos disponer de algunas muestras para nuestro trabajo de laboratorio. En
concreto la muestra principal corresponde a la cubierta de la sala 10 –de nueva
obra de picado en el siglo XVI durante la primera fase de ocupación cristiana
del cerro- ha resultado esclarecedora acerca de uno de los grandes enigmas que
ha planteado esta investigación, el incendio que pareció asolar el complejo y
algunas cuevas de la planicie y del que hemos documentado numerosos restos en
muros y cubiertas, no así en la ermita. Tras el incendio se rebajó la capa
afectada enluciéndose después. Esta obra no está relacionada con la
remodelación y adecentación llevada a cabo durante el siglo XVIII.
Respecto al estado de conservación
de la ermita de San Torcuato, sus muros externos e internos se encuentran en
relativo buen estado. Aunque hemos localizado problemas de filtración de agua,
su cubierta de teja parece también no muy deteriorada. Respecto a su cubierta
interna o armadura, parece no presentar deterioro grave. Los frescos sin
embargo se encuentran sometidos a un grave proceso de deterioro, con la madera
policromada del altar en lamentable estado.
En la planicie de Face Retama, la actual ermita exterior puede que
sustituyese a partir del siglo XVI un desaparecido morabito musulmán[3].
En el Guadix islámico existía una fuerte corriente de filosofía iluminativa y
místico-ascética. Mientras que en el mundo medieval cristiano contamos con
órdenes religiosas de carácter militar -como las de Santiago, Calatrava, etc.-
perfectamente integradas en el aparato ideológico-institucional cristiano, para
los monjes soldado musulmanes, a menudo ascetas y eremitas, al contrario que
sus homólogos cristianos, no es tan sencillo ya que para los musulmanes más
ortodoxos su presencia constituye una fuente herética, tolerable tan sólo en la
línea fronteriza amenazada y en ámbitos geográficos marginales como el de Face
Retama. Una vez finalizada la Reconquista, las tierras y otros inmuebles que
pertenecían a la comunidad religiosa islámica fueron adscritas a las
autoridades religiosas cristianas. En el caso de Orce a la Iglesia de Santa
María y en el de San Torcuato al Sagrario
de la Catedral de Guadix. La presencia de un morabito explicaría la causa
de que este solar fuese adscrito a la Catedral de Guadix y la instalación en él
posteriormente de un complejo religioso cristiano sobre otro islámico previo.
En estos morabitos musulmanes se
rinde culto a hombres santos, generalmente monjes guerreros o predicadores de
fama, en torno a los cuales se reúne una comunidad – zaouia- de acólitos adoptando su forma de vida y su corpus espiritual. En las
cercanías de los morabitos más importantes se celebraban romerías –moussems- y ferias ganaderas, como la
celebrada en la actualidad en septiembre en el entorno al Morabito de
Sidi Ahmed Oulmaghani en Marruecos[4]. También
en Face Retama se celebraba en las inmediaciones de la ermita de San Torcuato
una feria de ganado durante la primera quincena de mayo y que pervivió hasta la
década de 1990[5].
Finalmente, también contamos con el testimonio del morisco perdido en el Archivo Histórico de Guadix en el que reconoce que
Faz de Retama era lugar sagrado para los moros y que se había venerando allí a
un faquir musulmán antiguo y famoso por sus milagros y santidades, hombre santo
según declara el acusado, durante el tiempo de los moriscos[6].
Para la historiografía cristiana tradicional
accitana, la identificación de este hombre santo musulmán con el Torcuato
cristiano constituirá –junto a la tradición mozárabe- una de las principales bases de la teoría que
asocia este paraje con el martirio y sepulcro del patrón de Guadix. Desde
nuestro punto de vista situar el martirio y posterior sepultura del primer
obispo de Guadix en la planicie de Face Retama no presenta una base documental
y arqueológica sólida. En primer lugar, porque no pensamos en el martirio como
final para nuestro patrón. La tradición tardorromana
incide en su papel evangelizador, no menciona en ningún documento anterior al
siglo V ese supuesto martirio. Posteriormente, ya en época mozárabe, se
comenzará a venerar a San Torcuato como mártir incorporándolo a la recién
creada épica reconquistadora, llegando incluso a protagonizar parte del relato
compostelano. Fueron los mozárabes quienes crearon la leyenda del martirio de San Torcuato y esta tradición posteriormente
será recuperada especialmente durante todo el siglo XVI y XVII. Era necesario
demostrar que en la planicie de Face Retama, anteriormente a cualquier tipo de
complejo religioso islámico, existía previo otro culto de mayor antigüedad como
el de San Torcuato, para de esta manera legitimar la posesión ideológica del lugar frente a la
población morisca que aún frecuentaba de forma estacional el paraje. El proceso
de expulsión de los moriscos en el último cuarto del siglo XVI coincide con la
instalación en la ciudad de la recién creada orden jesuítica, quienes
monopolizan la figura y culto de San Torcuato frente a las tradicionales
órdenes mendicantes que controlaban la ciudad desde finales del siglo XV.
Según
una tradición oral que aún circula por la comarca, los Reyes Católicos
prohibieron el uso del nombre de Torcuato en la ciudad tras su conquista,
pensando que se encontraba relacionado de algún modo con la tradición islámica
o pagana. Entre
los eclesiásticos y cronistas de la época, la tradición mozárabe era de sobras
conocida y en ella aparece Torcuato como primer obispo de Guadix, incluso
aparece insertado en el relato compostelano, ¿porqué prohibir entonces el
nombre de Torcuato en los primeros años de dominio cristiano, como ocurrió al
asociar las autoridades cristianas ese nombre al mundo islámico? A
incoherencias documentales como éstas nos enfrentamos a la hora de acercarnos a
la figura histórica de Torcuato y su relación con Guadix y con el paraje de
Face Retama[7].
En el primer repartimiento a las iglesias de
Guadix[8] no
aparece mencionada ninguna propiedad situada en la planicie de Face Retama, por
lo que hemos de situar este proceso de adscripción al Sagrario ya bien entrado el siglo XVI, cuando la familia Bazán
se deshace del paraje, o quizás tras la finalización de las guerras moriscas y
la llegada de los jesuitas, a quienes había que proveer de propiedades en la
comarca. El maestro Medina en su obra Libro de las grandezas de España a
finales del siglo XV describe el paraje de Face Retama asociándolo al lugar de
martirio de San Torcuato, pero no habla ni de la ermita ni de las cuevas del
complejo subterráneo. En su relato, unas simples cuevas abandonadas, refugio de
temporada invernal para los pastores trashumantes o para antiguos ermitaños
moriscos no tendrían mucho interés, de ahí su ausencia de la narración. Por el
año 1696 sabemos que existía ya el complejo interior del cerro y la ermita del
exterior, ya que Pedro Suárez describe el lugar como “una ermita y unas cuevas de muy capaz habitación debajo de la tierra,
que solo de verlas mueve a devoción”. En apenas dos siglos (1490-1696)
el lugar pasó de refugio estacional de pastores trashumantes -quizás también de algún tipo de complejo
religioso islámico en torno a la tumba de un santón- a albergar un complejo
excavado de más de una veintena de salas, una ermita a escasos veinte metros,
un aljibe y numerosas cuevas-vivienda.
El complejo excavado de San Torcuato
–denominado también por algunos estudiosos contemporáneos del lugar como hospedería- pensamos que surgió con la
unión de varias cuevas-vivienda y cuevas-establo surgidas en época islámica, en
fechas posteriores al siglo XI. Durante gran parte del siglo XVI, hasta la
finalización de las guerras moriscas, el complejo apenas sufrió modificaciones,
manteniéndose la división entre los diferentes conjuntos de cuevas. Durante el
siglo XVII el complejo adquirirá su configuración actual, con una zona
destinada al mantenimiento económico de la comunidad allí alojada, una zona
habitacional y finalmente una tercera zona destinada al culto y a los
ejercicios espirituales. El siglo XVIII supone una importante remodelación del
complejo en su zona de culto, tomando forma definitiva la capilla -sala 24- y
añadiéndose una sacristía en el exterior del cerro. En el interior del falso
campanario que corona el conjunto podemos observar perfectamente estas tres
fases constructivas.
En el Catastro de
Ensenada –mediados del siglo XVIII- hemos encontrado una referencia directa a
la ermita de San Torcuato. Se trata de una asignación anual de cien ducados al
ermitaño Manuel Rodríguez, encargado de la ermita y suponemos también del complejo
subterráneo. Junto a esta asignación aparecen otras que reciben el resto de
ermitaños de la diócesis, como los adscritos a las ermitas de San Antón, de San
Sebastián, etc. Ninguno de sus colegas llega a recibir ni de lejos lo que
nuestro ermitaño, rondando los veinte ducados por ermita.
Hemos encontrado tres posibles explicaciones a
esta descompensación presupuestaria. La primera sería que hubiera más ermitaños
habitando con Manuel Rodríguez la comunidad de San Torcuato y que tan solo
apareciese éste en el Catastro al ser él quién cobrase en nombre de la
comunidad la asignación. Sin embargo, en ese caso haría mención a los
integrantes de la comunidad, como podemos observar en otros ejemplos del
Catastro al referirse a las comunidades conventuales de la ciudad. La segunda
explicación acerca de la descompensación entre lo recibido anualmente por
Manuel Rodríguez y el resto de compañeros ermitaños repartidos por la diócesis
estaría relacionada con el mantenimiento de un complejo tan costoso como el de
San Torcuato, con una ermita, un complejo de una veintena larga de salas y una
capilla adscrita a él también bajo el cerro. Hemos pensado en la posibilidad de
que con ese dinero se estuviese costeando en esa época la segunda reforma del
complejo tras la original del siglo XVII, ya que creemos que esta obra se
realizó a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII. Un maestro albañil
cobraba en esa época cuatrocientos ducados anuales, con ello debía satisfacer
también a sus aprendices-peones. No hemos encontrado documentación referida al
coste total de la obra de San Torcuato en el siglo XVIII, aunque suponemos que
debió ser considerable aunque sin llegar a los extremos de las que se llevaban
a cabo por esos años por toda la comarca. Para que el presupuesto se ajuste
medianamente, si nuestro ermitaño cobraba una cuantía similar a la de sus
colegas, es decir, unos veinte ducados y el resto lo destinarían al
mantenimiento del santuario. El cálculo resultante[9]
nos indica que pudo costear la obra durante un cuarto del año o como lo
prefieran, una estación. El Catastro se realizó durante un determinado año pero
sus respuestas hablan de cifras regulares, es decir, los cien ducados que
recibe el ermitaño de San Torcuato no es una excepción en ese año, sino que
viene recibiéndolos regularmente, al igual que los veinte que reciben sus
colegas. Es decir, que durante una serie de años podría haber estado recibiendo
ochenta ducados para costear una cuadrilla de albañiles durante una estación
del año para que realicen la obra. Finalmente, la tercera hipótesis que
explicaría la descompensación estaría relacionada con la adquisición de ganado
durante la feria de tratantes que cada mayo se celebraba en la planicie.
El aljibe de época moderna se
encuentra situado en el extremo norte de la planicie, constituyendo el elemento
central para la economía ganadera de la planicie. Domina un pequeño prado
suavemente descendente hacía el N-E del que se derraman varias barranqueras que
desembocan en la rambla del Ovel. Antes de este aljibe cerrado de época
cristiana el lugar estaría ocupado por otro de tipo abierto, consistente en una
enorme pileta labrada en piedra de la cual podemos apreciar restos a escasos
metros del aljibe. Volviendo a los pequeños barrancos que descienden del lugar,
constituían en toda la planicie las vías naturales de comunicación con las
localidades cercanas. Aquellas que miran al sur desembocan en la rambla del
Palomar que conduce directamente a Benalúa y a Guadix. Aunque desde época
medieval esta vía sería la más común para el tránsito de bestias de montura y
carga, el ganado seguía otra vía de comunicación hacía Guadix desde San
Torcuato. Nos referimos al antiguo camino
a Jaén o cañada Vieja que cruzaba directamente por el corazón de la zona de
barrancos bordeando desde la estribación Este de la planicie de Face Retama la
meseta elevada de el Monje y la cortijada del mismo nombre y siguiendo desde
allí dirección este hasta desembocar en la torre de Guájar. En este punto se
uniría a otra cañada procedente de los llanos de Baza para desde allí entrar en
la ciudad por el arco de San Torcuato, donde también encontramos un oratorio
dedicado al patrón de Guadix.
Las barranqueras que miran al
norte desde la zona del aljibe presentan varios elementos relacionados con el
tránsito del ganado, como cuatro covachas o abrigos naturales amplios, usados
quizás como refugio ocasional para los pastores, al menos dos contadores de ganado- canales labrados
en la arcilla de la barranquera y afianzados los diferentes tramos por sillares
de factura tosca- por donde se conducía al ganado en fila para poder practicar
mejor su recuento mientras ascienden hacia el pradillo del aljibe. Estas
estructuras no solo están presentes en el entorno del aljibe de la planicie,
sino que pueden encontrarse a lo largo y ancho del cinturón de barrancos, lo
que indica claramente la naturaleza pastoril imperante en la zona. Finalmente, hemos de hacer mención a una
serie de estructuras emergentes situadas en la barranquera la cual -también
descendiendo hacía el Ovel-, separa el pradillo descrito anteriormente de una
zona denominada en nuestro estudio como loma
del Esparto. Esta suave loma desciende una veintena de metros formando una
terraza desde prácticamente la ermita hasta el mismo barranco, quedando
delimitada en su lado este por el camino actual que conduce a la rambla del
Ovel. En esta terraza podemos observar una cueva a medio derrumbar que puede
hacernos una idea de la naturaleza de las descritas al hablar de las barranqueras.
Desgraciadamente, el resto de posibles emplazamientos se han derrumbado y tan
solo se dibuja de ellos ahora la silueta en el terreno. El refugio de la Cueva
de los Almendros es buen ejemplo de ello. En la loma hemos documentado unas
interesantes estructuras murarias emergentes que en un primer momento pueden
parecer formar parte de un hábitat fortificado, lo que unido a la posición en
la terraza sobre el barranco despertó nuestra alarma ya que en la zona tenemos
documentados varios yacimientos del Bronce Pleno y Tardío. El trazado es
complicado de estudiar debido a la presencia abundante de matorral y arbusto,
aunque parece ser que se trata de unas estructuras rectilíneas, de unos 60cm de
anchura y una longitud variable, algunas formando intersecciones mientras otras
parecen llegar hasta el barranco encerrando en su perímetro la covacha, lo que
nos hizo pensar en esta forma defensiva. Cronológicamente no hemos podido
situar esta obra de mampostería a cordel y encajada en el suelo sin apenas profundidad
ni mortero. En época contemporánea aún recuerdan como los esparteros conducían
sus recuas hasta estos muros y cargaban el esparto previamente depositado por
los recolectores sobre ellos para iniciar su secado.
Con motivo de la marcha de los ejércitos
franceses sobre Andalucía se realizó un inventario en
1810[10]
sobre el oro y la plata del Arzobispado de Guadix para su envío a Sevilla para
su custodia, en el que no aparece referencias ni al complejo ni a la ermita de
San Torcuato, por lo que debemos suponer que ningún religioso habitaba el lugar
ni que en éste se celebrase culto de forma regular. Pensamos que la
ilegalización de la orden jesuítica por parte de los políticos ilustrados de la
segunda mitad del siglo XVIII influyó directamente en la desocupación y perdida
de funcionalidad religiosa del complejo subterráneo, ya que cuando vuelva a
instalarse en la planicie el culto, ya en el primer cuarto del siglo XIX, el
párroco residirá en la sacristía exterior, reservándose el interior excavado a
una función esencialmente económica, con una familia laica habitándolo y
explotándolo.
Sin embargo, sería la desamortización de
tierras eclesiásticas y baldías –también realizada en la segunda mitad del
siglo XVIII- la que supondría el auténtico motor de cambio para la planicie y
sus alrededores, apareciendo entonces las cortijadas cercanas, como la del
Ovel, la del Monje, el Médico etc. Estas tierras de interior fueron adquiridas
por familias burguesas de Guadix y puestas en valor con mayor intensidad
incluso que en época islámica. En esta época surgió el poblado de San Torcuato
en la planicie, con jornaleros traídos de otros puntos de la comarca, como
sucedió por ejemplo con los miembros de la familia Jiménez, capataces en una de
las nuevas explotaciones agrícolas creadas y provenientes de Alcudia de Guadix,
donde su patrón poseía otras cortijadas. En el Archivo Histórico Militar de
Madrid se conservan diversos croquis realizados en plena ocupación francesa por
un capitán español del cuerpo de exploradores sobre la situación de los caminos
del entorno de Guadix y Baza en los cuales podemos observar claramente la
cañada real y el antiguo camino a Jaén que discurría desde Guadix hasta la
torre de Guájar y desde allí al poblado de San Torcuato. Aparece claramente
marcado como camino de herradura,
distinguiéndose también el topónimo San Torcuato en el documento. Este capitán
propone la utilización de este tipo de caminos como viable para facilitar la
movilidad y sorpresa ante el ejército francés acantonado en Guadix[11]. Este
documento nos indica que el poblado de San Torcuato existía en esa época.
Tras la marcha de los invasores, el
absolutismo vuelve a implantarse en España y con él vuelven la mayoría de
prerrogativas que la Iglesia gozaba. El culto vuelve a la planicie para
satisfacer las necesidades espirituales de la población de San Torcuato y sus
alrededores ya que según un inventario del Archivo Diocesano[12]
la ermita y el complejo subterráneo existían en 1845, descrita “en buen estado, con culto diario y situada a
dos leguas de la ciudad en sitio llamado de Faz de Retama”.
La industrialización llegó al corredor del
Fardes con el ferrocarril. Una familia burguesa instalada en Benalúa, los
Fígares, crearon diversas industrias y adquirieron gran parte del interior
baldío entre Benalúa y la planicie de Face Retama. El esparto, usado como
materia prima para la incipiente industria, se convirtió en la principal
actividad económica para los habitantes de la planicie y sus alrededores. De
1922[13]
contamos con otro inventario de la Catedral donde podemos observar el ajuar que
acompañaba a San Torcuato en su peregrinación anual a la planicie. Entre otras
alhajas seis anillos de oro, dos de plata sobredorados, uno de topacio y
brillantes donado por el Obispo Hernández Mulas. También contamos con la
descripción de las alcuzas de hojalata que contenían los santos óleos cuando se
llevaban a las parroquias. Este impresionante ajuar podía contemplarse tan solo
el 15 de mayo en la ermita de Face Retama. Para los jornaleros de San Torcuato,
la realidad era muy distinta.
A través del
recorrido por las cuevas que habitaban podemos hacernos una idea de la miseria
y la dureza que presidía su día a día. Las duras condiciones de
vida, la falta de perspectivas vitales,
la injusticia y sin duda las muestras de opulencia en una Iglesia que se
proclamaba pobre hicieron germinar en aquellos secos bancales la semilla del
comunismo y del anarquismo. A las puertas de la ermita
quemaron los jornaleros de San Torcuato la figura del patrón de Guadix durante
los primeros días de la Guerra Civil. Muchos de ellos fueron luego perseguidos
por el régimen franquista, sufriendo campo de concentración y cárcel política. Curiosamente,
tras la Guerra Civil, el aparato ideológico-institucional cristiano desde
Guadix actuó de manera similar que en el siglo XVI, cuando había que controlar
ideológicamente a la población morisca trashumante en vías de conversión. El
culto vuelve de forma regular a la planicie. Francisco Jiménez aún recuerda
como todos los días los chiquillos de San Torcuato recibían entre burlas y
chanzas al acalorado párroco que llegaba pedaleando entre jadeos a la planicie
para la misa y la clase diaria. Al igual que los moriscos, los jornaleros de
San Torcuato debían ser controlados ideológicamente desde el Estado
católico.
La familia Fígares parceló y
vendió tras la Guerra sus posesiones en las ramblas cercanas a la planicie. Antes
fueron testigos de cómo su azucarera, símbolo de la industrialización del
corredor medio del Fardes, fue desmantelada por las autoridades militares republicanas
y sus máquinas enviadas en tren al País Vasco y reconvertidas para la
producción militar durante la contienda. Con la llegada de las tropas
nacionales, fue transformada en campo de concentración. El último habitante del
poblado de San Torcuato, el Chacho
Leguete, murió en la década de 1960 negándose a abandonar su cueva tras
sufrir años de reclusión y trabajos forzados por su adscripción política
comunista. Como un goteo, sus familiares y vecinos habían ido abandonando algunos
años antes la planicie durante la segunda revolución
industrial sufrida en el corredor medio del Fardes, la de la década de 1960.
Muchos emigraron a tierras lejanas, otros a pueblos cercanos, sobre todo a Benalúa
y Fonelas.
El Chacho Leguete no vivió
lo suficiente para ver como las tierras baldías de Face Retama volvían a
dominio público, actualmente bajo la administración de la Confederación
Hidrográfica del Guadalquivir. Algunos
miembros de la familia Jiménez han vuelto a poner en producción las tierras de
la planicie, moteando el paisaje de almendros. A diferencia de las
administraciones públicas, los cateros
se niegan a condenar al olvido a la planicie, manteniendo habitables sus cuevas
en el poblado de San Torcuato y abriendo sus puertas cada quince de mayo para
que su amado Caterico les bendiga
cuando pasa en procesión ante ellas.
Conclusión
Resumir en un artículo científico
cuatro años de investigación arqueológica no es sencillo. La hipótesis
tradicional de trabajo partió de la posibilidad de que la planicie de Face
Retama hubiese albergado algún tipo de santuario romano o mozárabe donde el
cuerpo de San Torcuato hubiese descansado tras su supuesto martirio hasta su
posterior traslado al norte de la Península con la llegada de los ejércitos
islámicos a partir del siglo VIII. Aunque arqueológicamente no hemos encontrado
una base sólida sobre la cual asentar dicha hipótesis, tampoco puede
descartarse que en el lugar se celebrase algún tipo de festividad o ritual
religioso. Si partimos de la premisa que un culto suplanta al anteriormente
establecido y el cristianismo se superpuso al islamismo en la planicie a partir
del siglo XV, de igual forma el sistema musulmán pudo haber sustituido a algún
culto de tipo cristiano e incluso pagano desarrollado hasta esas fechas en Face
Retama, como el observado por Don Diego Hurtado de Mendoza en la segunda mitad
del siglo XVI, cuando en su Guerra de
Granada habla del culto al Netón prerromano que aún subsistía en las zonas
rurales de la comarca de Guadix en forma de adoración a piedras con forma de
sol negro. También el relato del Maestro Medina –finales del siglo XV- parece
ir encaminado en ese sentido al referirse a las luces que según la tradición parecían surgir en el paraje.
A partir de nuestra
investigación hemos propuesto como primer poblamiento y primera fase de
desarrollo económico de la planicie el asentamiento estacional de comunidades
ganaderas trashumantes provenientes del Atlas marroquí a partir del siglo X-XI,
aunque a partir de la cerámica observada en el Covarrón de los Almendros podemos imaginar el paraje cruzado por
este tipo de clanes trashumantes al menos desde el I Milenio a.C. La llegada de la frontera y de las razias
cristianas al corredor del Fardes y a Segura, incidieron en la despoblación del
extremo norte de la comarca de Guadix e interrumpieron el circuito ganadero que
unía Sierra Morena con Sierra Nevada y los valles que caen al levante y al
poniente almeriense. A partir de la conquista cristiana el circuito vuelve a
reanudarse y de nuevo pastores trashumantes vuelven a recorrer la ancestral
cañada que discurre por la planicie. Quizás los últimos moriscos en ser
expulsados de la comarca fuesen los de Face Retama, en cualquier caso, no será
hasta el final de las guerras moriscas en el último cuarto del siglo XVI cuando
con la plena implantación de la Compañía de Jesús en Guadix la planicie de Face
Retama vuelva definitivamente al ámbito religioso cristiano. Un Catastro
General, varias desamortizaciones, dos revoluciones industriales, luchas
jornaleras y una dictadura, han trazado el posterior relato histórico de la
planicie hasta llegar a nuestros días.
El yacimiento de Face Retama es
único en el ámbito cultural peninsular, ya que es el único ejemplo conocido de
complejo religioso mudéjar excavado. Con unas posibilidades culturales,
deportivas y económicas insospechadas, resulta sorprndnte cuando menos que ninguno
de los tres pueblos implicados en la planicie –Guadix y Fonelas al confluir el
yacimiento en sus términos municipales y Benalúa al acoger la masa de
descendientes y últimos pobladores del lugar- hayan puesto en marcha nunca
ninguna actuación en el sentido de recuperar y dotar de contenido funcional al
yacimiento. Tan solo en las últimas décadas algunas cuevas y algunas fanegas de
tierra han sido de nuevo recuperadas, movidos éstos cateros, más por el orgullo de no perder esas cuevas y tierras que
sus abuelos exprimieron hasta la última gota de sudor, que por la intención de
comenzar una nueva etapa de población permanente en la planicie o sacar algún
tipo de rentabilidad económica al sitio.
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[3] Su similitud con la
ermita de San Sebastián de Orce –otro posible antiguo morabito- es asombrosa:
atendida por un único ermitaño, su planta es similar, cuanta también con un
olivo aledaño, etc.
[4] MUÑOZ CABALLEDA, P.: Viaje
por Marruecos. http://viajarpormarruecos.blogspot.com.es/
[5] Hasta la llegada de la industrialización, la patrona de Benalúa
era la Virgen del Prado.
[6] GARCÍA VEGA, M.: Hagiografía
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[7]
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[8]
ALMAGRO VIDAL C., MARÍN LÓPEZ, R.; Repartimiento
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[9]
Una simple regla de tres entre el salario de la cuadrilla -400 ducados- al año
y los 80 ducados del presupuesto del ermitaño.
[10]
Sobre la Plata
de las Iglesias. Año 1809. A .H.O.G.
[11] Fernández
García, F. de Asís.; Proyecto de estudio
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Documento escaneado e incorporado al anexo informático del Trabajo (Anexo
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[12]
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Ermitas (1633-1969). Carpeta 3.408. A.H.O.G.
[13]
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esta S. A. I. Catedral de Guadix. Año 1922. A .H.O.G.