viernes, 16 de agosto de 2013

LA PLANICIE DE FACE RETAMA (Boletín del Centro de Estudios Pedro Suárez, Guadix)

LA PLANICIE DE FACE RETAMA DE GUADIX
Julio, 2013

Francisco de Asís Fernández García


Resumen: El yacimiento de Face Retama alberga el único ejemplo conocido en la geografía patrimonial hispánica de complejo religioso mudéjar subterráneo, compuesto por veinte y cinco salas excavadas y una sacristía porticada obra del siglo XVIII-XIX.   
Palabras clave: Face Retama, arquitectura mudéjar, morisco, San Torcuato, comarca de Guadix.
  
Abstract: The archaelogical site of Face Retama contains the only known example in the Hispanic heritage of religious and underground mudexar complex, formed of twenty-five excavated rooms and a porched sacristy, dated from the eighteenth-nineteenth century.
Key words: Face Retama, mudexar arquitecture, morisque, San Torcuato, Guadix region.                               

 El yacimiento de Face Retama se encuentra en el límite de los términos municipales de Guadix y Fonelas, en la provincia de Granada. Ocupa gran parte de la planicie del mismo nombre y desde la cual descienden varias ramblas hacia el corredor medio del río Fardes y su vega. Un cerro alargado y de escasa altura recorre la planicie de norte a sur, partiendo en dos vertientes el paraje. A ambos lados del cerro, encontramos numerosas cuevas habitadas hasta prácticamente la segunda mitad del pasado siglo XX, la mayoría adscribibles a época musulmana y morisca. En el arranque de las ramblas que se derraman desde la vertiente este de la planicie también encontramos cuevas de este tipo, las últimas en deshabitarse del lugar. El complejo  subterráneo de San Torcuato se encuentra horadado en el extremo norte del cerro, con una ermita exterior de estilo mudéjar tardío, situada a unos cincuenta metros al este del complejo. Finalmente, a unos ochenta metros en dirección norte, encontramos un aljibe también de época moderna.
 Desde época prehistórica hasta la llegada de la industrialización a finales del siglo XIX, la planicie de Face Retama ha venido articulando geográfica, económica y socialmente el interior del corredor medio del río Fardes, tierras calificadas históricamente en los documentos como baldías. La planicie se encuentra en el centro geográfico del cinturón de badlands, conectando todo el territorio a través de diversas ramblas, caminos y sendas. Importante nudo de comunicaciones terrestres desde la más temprana antigüedad, en esta zona de interior históricamente se ha documentado tradicionalmente un poblamiento diseminado en cortijadas y cuevas, con una economía prominentemente pastoril, de agricultura de secano y de aprovechamiento del monte bajo.
  Hasta fechas relativamente cercanas, el lugar dispuso de recursos acuíferos estables durante todo el año mediante el aprovechamiento de las aguas subterráneas y de los depósitos construidos por el hombre para captar el agua de la lluvia -hasta la década de 1960, un caño de agua brotaba a escasos metros de la ermita de San Torcuato- y fruto de ello es la abundancia de topónimos relacionados con el agua en las cercanías de la planicie de Face Retama, como Barranco del Aguadero, Nacimiento, Barranco de las Piletas, Barranco de la  Alcantarilla, etc. Estas ramblas descienden desde las alturas de los llanos de Baza hacía la cuenca del río Fardes dejando a ambos lados la planicie y permitiendo el tránsito de personas y bestias durante la mayor parte del año. Las evidencias cerámicas indican que en una de las ramblas que conducen a la planicie de Face Retama –la del Aguadero- un covarrón natural, estratégicamente situado en un angosto barranco que asciende hacía una amplia terraza ocupada en la actualidad por almendros, debió servir ya en época prehistórica de refugio estacional a una comunidad de pastores. Se trata de un paisaje seco, dominado por la secuencia de barrancos, tajos y cárcavas, sin orden y de trazado caótico, con escasa vegetación y poca o ninguna huella humana. Un paraje que, a pesar de su aparente aislamiento, se encuentra interconectado con los hitos económicos más importantes a su alrededor, siendo la ganadería la principal actividad económica articuladora con el exterior a través de la ancestral cañada de ganado que recorre la planicie proveniente de Segura hacia Guadix y Sierra Nevada.

Evolución histórica de la planicie de Face Retama
 A través de este registro cerámico y de la evolución arquitectónica de las cuevas estudiadas tanto en la planicie como en las ramblas cercanas, podemos esbozar a grandes rasgos la evolución poblacional de la planicie desde al menos época islámica hasta la actualidad.
 No hemos documentado cerámica romana ni visigótica en la planicie, tampoco ningún elemento arquitectónico perteneciente a esa época. Los fragmentos islámicos más tardíos pueden situarse por su melado y composición en el siglo XI, contemporáneos al trazado de la acequia que discurre por la rambla de Palomar, conocida como Ruta. Se trata de cerámica doméstica, sin decoración ni otro acabado a excepción del melado ocre. Dada la escasez de bordes y de fragmentos de mayor tamaño resulta difícil incidir más en su tipología que parece prolongarse sin cambios a lo largo de toda la ocupación islámica del paraje.
 Estaríamos hablando de comunidades trashumantes que en su discurrir por la cañada de Segura-Sierra Nevada ocuparían el paraje estacionalmente durante la temporada primaveral y veraniega, desplazándose a tierras más bajas con la llegada de los primeros fríos. La primera obra en las cuevas de la planicie surge en este período. Cada hábitat familiar constaba de dos cuevas situadas a escasos metros una de la otra. La primera era utilizada como vivienda y la segunda como establo para la guarda nocturna del rebaño. En las cuevas estudiadas de las ramblas del Grao y del Agua esta segunda cueva excavada destinada al ganado es sustituida por el acondicionamiento de un pequeño prado elevado aledaño cercado probablemente con cañizo, esparto y otros materiales ligeros.  Para la vivienda, se partía de un largo y amplio corredor central y normalmente a la derecha se excavaba una sala rectangular donde se situaba el hogar sobre una base de mampostería. Un largo canal de ventilación ascendía verticalmente horadando el cerro para permitir la salida del humo. A la izquierda del corredor central, encontramos otra sala rectangular de parecido tamaño a la anterior, que servía de alojamiento principal. Un elemento clave en el estudio arquitectónico de estas cuevas sería la tipología de sus cubiertas, de forma plana o irregular para este período islámico y de doble vertiente para el posterior moderno cristiano. Respecto a las cuevas destinadas a establo, la única variación respecto a las utilizadas como vivienda, consiste en una única sala rectangular situada a la izquierda del corredor central y cercana a la entrada, donde se almacenaba el forraje o los aparejos de las bestias, la sal, etc.     
  El registro cerámico para las épocas moderna y contemporánea es abundante, lo que supone una ocupación más intensa del paraje y sus cuevas.  Si la conquista musulmana no supuso un cambio radical en la composición del sustrato demográfico del corredor medio del Fardes, con una población cristiana y judía más o menos asimilada al nuevo orden político-religioso, la dominación cristiana a partir de finales del siglo XV supondría la ruptura de la convivencia social entre las tres Culturas del Libro. Moriscos y judíos terminarán por convertirse o emigrar, configurándose un marco demográfico exclusivamente cristiano. Las campañas militares serán protagonizadas por los ganaderos de Cazorla y Segura, de Jaén, Quesada o Úbeda y la repoblación quedará también en sus manos. Como principales impulsores y protagonistas de la guerra contra los musulmanes, serían también quienes más se beneficiasen de los repartos en la comarca.  A finales del siglo XV gran parte del tramo medio del Fardes, incluida la zona de barranqueras del interior, pasó manos de don Álvaro de Bazán -el Viejo- como recompensa a su participación en la campaña granadina. Entre las posesiones del abuelo del vencedor de Lepanto se encontraban la planicie de Face Retama y las ramblas que descienden de ella hacía la vega del Fardes. Estas posesiones fueron posteriormente vendidas por su nieto y vencedor en Lepanto, también de nombre Álvaro y de apellido Bazán. La compra la realizó el 13 de agosto de 1539 don Lázaro de Santa Cruz quién junto con su esposa, doña Inés de Mesqua, instaurarían sobre estas posesiones un mayorazgo a favor de su hijo Juan Pérez de Mesqua.
   La ermita de San Torcuato en el paraje de Face Retama es una construcción de estilo mudéjar, levantada en el siglo XVII. Se trata de una edificación compuesta por una nave principal y una capilla mayor, separadas por un arco toral, ambas de similares dimensiones. A través de diversos elementos arquitectónicos y ornamentales podemos datar la construcción del edificio en los siglos XVII-XVIII. El primero de ellos es su armadura de paño apeinazado del tipo lima bordón, de forma en artesa de cuatro faldones. Este tipo de armadura mudéjar se extendió por toda la comarca de Guadix en el siglo XVII[1]. Respecto a los canes, la tipología que presenta la ermita de San Torcuato es la de acanto, también presente en el coro de las iglesias de Cogollos de Guadix, Beas o La Peza, pertenecientes ya al s. XVIII, aunque en la primera de ellas los canes de acanto en su capilla mayor pueden ser datados a finales del XVI, sustituyendo unos anteriores de diseño gótico[2]. La zona porticada que precede la entrada a la ermita fue realizada a mediados del siglo XVIII. El cuerpo porticado, de una sola vertiente que cae desde el muro de la ermita, cumple al igual que el añadido porticado de la capilla mayor -sala 24- del complejo subterráneo una función en la  recepción de los creyentes y ambos presentan elementos de arquitectura neoclásica. Sin embargo, a diferencia de la sala 24, los frescos que cubren el interior de la ermita se han conservado en gran parte -aunque bastante deteriorados- sin que fuesen cubiertos por encalado ni mezcla. 
Este cuerpo porticado añadido nos ha servido –al menos modestamente lo pensamos- al igual que el interior del falso campanario que corona el conjunto excavado, para confirmar las diferentes fases constructivas del yacimiento. Tomando algunas muestras del mortero de ambas obras en su confluencia en los muros de la ermita, y comprobando el grosor del ladrillo usado en la fábrica, observamos ciertas diferencias, como la textura y composición del mortero –más ligero y con menos intrusiones de minerales conforme nos adentramos más en el tiempo, más rugoso y con mayor densidad de minerales conforme nos aproximamos a época contemporánea-, el mayor grosos del ladrillo a mediados del siglo XVIII y su forma más compacta, frente a un ladrillo del siglo XVII más fino y gastado por la erosión. Estas muestras fueron posteriormente comparadas con otras tomadas en los diferentes arcos que hemos encontrado a lo largo de nuestro estudio. En todos los ejemplos parece confirmarse estos patrones constructivos y ajustándose a la cronología que hemos aplicado a los diferentes conjuntos constructivos.   Las muestras de mortero a las cuales nos referimos lógicamente no fueron extraídas del paramento para no dañar el ya de por sí lamentable estado de conservación del conjunto, limitándose por lo tanto nuestro estudio a un minucioso análisis visual-táctil sobre el terreno y fotográfico comparativo posterior ya en nuestro estudio.
 En cambio en el interior del complejo encontramos numerosos elementos murarios desprendidos, por lo que pudimos disponer de algunas muestras para nuestro trabajo de laboratorio. En concreto la muestra principal corresponde a la cubierta de la sala 10 –de nueva obra de picado en el siglo XVI durante la primera fase de ocupación cristiana del cerro- ha resultado esclarecedora acerca de uno de los grandes enigmas que ha planteado esta investigación, el incendio que pareció asolar el complejo y algunas cuevas de la planicie y del que hemos documentado numerosos restos en muros y cubiertas, no así en la ermita. Tras el incendio se rebajó la capa afectada enluciéndose después. Esta obra no está relacionada con la remodelación y adecentación llevada a cabo durante el siglo XVIII.
 Respecto al estado de conservación de la ermita de San Torcuato, sus muros externos e internos se encuentran en relativo buen estado. Aunque hemos localizado problemas de filtración de agua, su cubierta de teja parece también no muy deteriorada. Respecto a su cubierta interna o armadura, parece no presentar deterioro grave. Los frescos sin embargo se encuentran sometidos a un grave proceso de deterioro, con la madera policromada del altar en lamentable estado.
   En la planicie de Face Retama, la actual ermita exterior puede que sustituyese a partir del siglo XVI un desaparecido morabito musulmán[3]. En el Guadix islámico existía una fuerte corriente de filosofía iluminativa y místico-ascética. Mientras que en el mundo medieval cristiano contamos con órdenes religiosas de carácter militar -como las de Santiago, Calatrava, etc.- perfectamente integradas en el aparato ideológico-institucional cristiano, para los monjes soldado musulmanes, a menudo ascetas y eremitas, al contrario que sus homólogos cristianos, no es tan sencillo ya que para los musulmanes más ortodoxos su presencia constituye una fuente herética, tolerable tan sólo en la línea fronteriza amenazada y en ámbitos geográficos marginales como el de Face Retama. Una vez finalizada la Reconquista, las tierras y otros inmuebles que pertenecían a la comunidad religiosa islámica fueron adscritas a las autoridades religiosas cristianas. En el caso de Orce a la Iglesia de Santa María y en el de San Torcuato al Sagrario de la Catedral de Guadix. La presencia de un morabito explicaría la causa de que este solar fuese adscrito a la Catedral de Guadix y la instalación en él posteriormente de un complejo religioso cristiano sobre otro islámico previo.
 En estos morabitos musulmanes se rinde culto a hombres santos, generalmente monjes guerreros o predicadores de fama, en torno a los cuales se reúne una comunidad – zaouia- de acólitos adoptando su forma de vida y su corpus espiritual. En las cercanías de los morabitos más importantes se celebraban romerías –moussems- y ferias ganaderas, como la celebrada en la actualidad en septiembre en el entorno al Morabito de Sidi Ahmed Oulmaghani en Marruecos[4]. También en Face Retama se celebraba en las inmediaciones de la ermita de San Torcuato una feria de ganado durante la primera quincena de mayo y que pervivió hasta la década de 1990[5]. Finalmente, también contamos con el testimonio del morisco perdido en el Archivo Histórico de Guadix en el que reconoce que Faz de Retama era lugar sagrado para los moros y que se había venerando allí a un faquir musulmán antiguo y famoso por sus milagros y santidades, hombre santo según declara el acusado, durante el tiempo de los moriscos[6].
 Para la historiografía cristiana tradicional accitana, la identificación de este hombre santo musulmán con el Torcuato cristiano constituirá –junto a la tradición mozárabe-  una de las principales bases de la teoría que asocia este paraje con el martirio y sepulcro del patrón de Guadix. Desde nuestro punto de vista situar el martirio y posterior sepultura del primer obispo de Guadix en la planicie de Face Retama no presenta una base documental y arqueológica sólida. En primer lugar, porque no pensamos en el martirio como final para nuestro patrón. La tradición tardorromana incide en su papel evangelizador, no menciona en ningún documento anterior al siglo V ese supuesto martirio. Posteriormente, ya en época mozárabe, se comenzará a venerar a San Torcuato como mártir incorporándolo a la recién creada épica reconquistadora, llegando incluso a protagonizar parte del relato compostelano. Fueron los mozárabes quienes crearon la leyenda del martirio de San Torcuato y esta tradición posteriormente será recuperada especialmente durante todo el siglo XVI y XVII. Era necesario demostrar que en la planicie de Face Retama, anteriormente a cualquier tipo de complejo religioso islámico, existía previo otro culto de mayor antigüedad como el de San Torcuato, para de esta manera legitimar la posesión ideológica del lugar frente a la población morisca que aún frecuentaba de forma estacional el paraje. El proceso de expulsión de los moriscos en el último cuarto del siglo XVI coincide con la instalación en la ciudad de la recién creada orden jesuítica, quienes monopolizan la figura y culto de San Torcuato frente a las tradicionales órdenes mendicantes que controlaban la ciudad desde finales del siglo XV.
Según una tradición oral que aún circula por la comarca, los Reyes Católicos prohibieron el uso del nombre de Torcuato en la ciudad tras su conquista, pensando que se encontraba relacionado de algún modo con la tradición islámica o pagana. Entre los eclesiásticos y cronistas de la época, la tradición mozárabe era de sobras conocida y en ella aparece Torcuato como primer obispo de Guadix, incluso aparece insertado en el relato compostelano, ¿porqué prohibir entonces el nombre de Torcuato en los primeros años de dominio cristiano, como ocurrió al asociar las autoridades cristianas ese nombre al mundo islámico? A incoherencias documentales como éstas nos enfrentamos a la hora de acercarnos a la figura histórica de Torcuato y su relación con Guadix y con el paraje de Face Retama[7]
  En el primer repartimiento a las iglesias de Guadix[8] no aparece mencionada ninguna propiedad situada en la planicie de Face Retama, por lo que hemos de situar este proceso de adscripción al Sagrario ya bien entrado el siglo XVI, cuando la familia Bazán se deshace del paraje, o quizás tras la finalización de las guerras moriscas y la llegada de los jesuitas, a quienes había que proveer de propiedades en la comarca. El maestro Medina en su obra Libro de las grandezas de España a finales del siglo XV describe el paraje de Face Retama asociándolo al lugar de martirio de San Torcuato, pero no habla ni de la ermita ni de las cuevas del complejo subterráneo. En su relato, unas simples cuevas abandonadas, refugio de temporada invernal para los pastores trashumantes o para antiguos ermitaños moriscos no tendrían mucho interés, de ahí su ausencia de la narración. Por el año 1696 sabemos que existía ya el complejo interior del cerro y la ermita del exterior, ya que Pedro Suárez describe el lugar como “una ermita y unas cuevas de muy capaz habitación debajo de la tierra, que solo de verlas mueve a devoción”. En apenas dos siglos (1490-1696) el lugar pasó de refugio estacional de pastores trashumantes  -quizás también de algún tipo de complejo religioso islámico en torno a la tumba de un santón- a albergar un complejo excavado de más de una veintena de salas, una ermita a escasos veinte metros, un aljibe y numerosas cuevas-vivienda.
 El complejo excavado de San Torcuato –denominado también por algunos estudiosos contemporáneos del lugar como hospedería- pensamos que surgió con la unión de varias cuevas-vivienda y cuevas-establo surgidas en época islámica, en fechas posteriores al siglo XI. Durante gran parte del siglo XVI, hasta la finalización de las guerras moriscas, el complejo apenas sufrió modificaciones, manteniéndose la división entre los diferentes conjuntos de cuevas. Durante el siglo XVII el complejo adquirirá su configuración actual, con una zona destinada al mantenimiento económico de la comunidad allí alojada, una zona habitacional y finalmente una tercera zona destinada al culto y a los ejercicios espirituales. El siglo XVIII supone una importante remodelación del complejo en su zona de culto, tomando forma definitiva la capilla -sala 24- y añadiéndose una sacristía en el exterior del cerro. En el interior del falso campanario que corona el conjunto podemos observar perfectamente estas tres fases constructivas.     
  En el Catastro de Ensenada –mediados del siglo XVIII- hemos encontrado una referencia directa a la ermita de San Torcuato. Se trata de una asignación anual de cien ducados al ermitaño Manuel Rodríguez, encargado de la ermita y suponemos también del complejo subterráneo. Junto a esta asignación aparecen otras que reciben el resto de ermitaños de la diócesis, como los adscritos a las ermitas de San Antón, de San Sebastián, etc. Ninguno de sus colegas llega a recibir ni de lejos lo que nuestro ermitaño, rondando los veinte ducados por ermita.
 Hemos encontrado tres posibles explicaciones a esta descompensación presupuestaria. La primera sería que hubiera más ermitaños habitando con Manuel Rodríguez la comunidad de San Torcuato y que tan solo apareciese éste en el Catastro al ser él quién cobrase en nombre de la comunidad la asignación. Sin embargo, en ese caso haría mención a los integrantes de la comunidad, como podemos observar en otros ejemplos del Catastro al referirse a las comunidades conventuales de la ciudad. La segunda explicación acerca de la descompensación entre lo recibido anualmente por Manuel Rodríguez y el resto de compañeros ermitaños repartidos por la diócesis estaría relacionada con el mantenimiento de un complejo tan costoso como el de San Torcuato, con una ermita, un complejo de una veintena larga de salas y una capilla adscrita a él también bajo el cerro. Hemos pensado en la posibilidad de que con ese dinero se estuviese costeando en esa época la segunda reforma del complejo tras la original del siglo XVII, ya que creemos que esta obra se realizó a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII. Un maestro albañil cobraba en esa época cuatrocientos ducados anuales, con ello debía satisfacer también a sus aprendices-peones. No hemos encontrado documentación referida al coste total de la obra de San Torcuato en el siglo XVIII, aunque suponemos que debió ser considerable aunque sin llegar a los extremos de las que se llevaban a cabo por esos años por toda la comarca. Para que el presupuesto se ajuste medianamente, si nuestro ermitaño cobraba una cuantía similar a la de sus colegas, es decir, unos veinte ducados y el resto lo destinarían al mantenimiento del santuario. El cálculo resultante[9] nos indica que pudo costear la obra durante un cuarto del año o como lo prefieran, una estación. El Catastro se realizó durante un determinado año pero sus respuestas hablan de cifras regulares, es decir, los cien ducados que recibe el ermitaño de San Torcuato no es una excepción en ese año, sino que viene recibiéndolos regularmente, al igual que los veinte que reciben sus colegas. Es decir, que durante una serie de años podría haber estado recibiendo ochenta ducados para costear una cuadrilla de albañiles durante una estación del año para que realicen la obra. Finalmente, la tercera hipótesis que explicaría la descompensación estaría relacionada con la adquisición de ganado durante la feria de tratantes que cada mayo se celebraba en la planicie. 
 El aljibe de época moderna se encuentra situado en el extremo norte de la planicie, constituyendo el elemento central para la economía ganadera de la planicie. Domina un pequeño prado suavemente descendente hacía el N-E del que se derraman varias barranqueras que desembocan en la rambla del Ovel. Antes de este aljibe cerrado de época cristiana el lugar estaría ocupado por otro de tipo abierto, consistente en una enorme pileta labrada en piedra de la cual podemos apreciar restos a escasos metros del aljibe. Volviendo a los pequeños barrancos que descienden del lugar, constituían en toda la planicie las vías naturales de comunicación con las localidades cercanas. Aquellas que miran al sur desembocan en la rambla del Palomar que conduce directamente a Benalúa y a Guadix. Aunque desde época medieval esta vía sería la más común para el tránsito de bestias de montura y carga, el ganado seguía otra vía de comunicación hacía Guadix desde San Torcuato. Nos referimos al antiguo camino a Jaén o cañada Vieja que cruzaba directamente por el corazón de la zona de barrancos bordeando desde la estribación Este de la planicie de Face Retama la meseta elevada de el Monje y la cortijada del mismo nombre y siguiendo desde allí dirección este hasta desembocar en la torre de Guájar. En este punto se uniría a otra cañada procedente de los llanos de Baza para desde allí entrar en la ciudad por el arco de San Torcuato, donde también encontramos un oratorio dedicado al patrón de Guadix.
   Las barranqueras que miran al norte desde la zona del aljibe presentan varios elementos relacionados con el tránsito del ganado, como cuatro covachas o abrigos naturales amplios, usados quizás como refugio ocasional para los pastores, al menos dos contadores de ganado- canales labrados en la arcilla de la barranquera y afianzados los diferentes tramos por sillares de factura tosca- por donde se conducía al ganado en fila para poder practicar mejor su recuento mientras ascienden hacia el pradillo del aljibe. Estas estructuras no solo están presentes en el entorno del aljibe de la planicie, sino que pueden encontrarse a lo largo y ancho del cinturón de barrancos, lo que indica claramente la naturaleza pastoril imperante en la zona. Finalmente, hemos de hacer mención a una serie de estructuras emergentes situadas en la barranquera la cual -también descendiendo hacía el Ovel-, separa el pradillo descrito anteriormente de una zona denominada en nuestro estudio como loma del Esparto. Esta suave loma desciende una veintena de metros formando una terraza desde prácticamente la ermita hasta el mismo barranco, quedando delimitada en su lado este por el camino actual que conduce a la rambla del Ovel. En esta terraza podemos observar una cueva a medio derrumbar que puede hacernos una idea de la naturaleza de las descritas al hablar de las barranqueras. Desgraciadamente, el resto de posibles emplazamientos se han derrumbado y tan solo se dibuja de ellos ahora la silueta en el terreno. El refugio de la Cueva de los Almendros es buen ejemplo de ello. En la loma hemos documentado unas interesantes estructuras murarias emergentes que en un primer momento pueden parecer formar parte de un hábitat fortificado, lo que unido a la posición en la terraza sobre el barranco despertó nuestra alarma ya que en la zona tenemos documentados varios yacimientos del Bronce Pleno y Tardío. El trazado es complicado de estudiar debido a la presencia abundante de matorral y arbusto, aunque parece ser que se trata de unas estructuras rectilíneas, de unos 60cm de anchura y una longitud variable, algunas formando intersecciones mientras otras parecen llegar hasta el barranco encerrando en su perímetro la covacha, lo que nos hizo pensar en esta forma defensiva. Cronológicamente no hemos podido situar esta obra de mampostería a cordel y encajada en el suelo sin apenas profundidad ni mortero. En época contemporánea aún recuerdan como los esparteros conducían sus recuas hasta estos muros y cargaban el esparto previamente depositado por los recolectores sobre ellos para iniciar su secado.  
 Con motivo de la marcha de los ejércitos franceses sobre Andalucía se realizó un inventario en 1810[10] sobre el oro y la plata del Arzobispado de Guadix para su envío a Sevilla para su custodia, en el que no aparece referencias ni al complejo ni a la ermita de San Torcuato, por lo que debemos suponer que ningún religioso habitaba el lugar ni que en éste se celebrase culto de forma regular. Pensamos que la ilegalización de la orden jesuítica por parte de los políticos ilustrados de la segunda mitad del siglo XVIII influyó directamente en la desocupación y perdida de funcionalidad religiosa del complejo subterráneo, ya que cuando vuelva a instalarse en la planicie el culto, ya en el primer cuarto del siglo XIX, el párroco residirá en la sacristía exterior, reservándose el interior excavado a una función esencialmente económica, con una familia laica habitándolo y explotándolo.
 Sin embargo, sería la desamortización de tierras eclesiásticas y baldías –también realizada en la segunda mitad del siglo XVIII- la que supondría el auténtico motor de cambio para la planicie y sus alrededores, apareciendo entonces las cortijadas cercanas, como la del Ovel, la del Monje, el Médico etc. Estas tierras de interior fueron adquiridas por familias burguesas de Guadix y puestas en valor con mayor intensidad incluso que en época islámica. En esta época surgió el poblado de San Torcuato en la planicie, con jornaleros traídos de otros puntos de la comarca, como sucedió por ejemplo con los miembros de la familia Jiménez, capataces en una de las nuevas explotaciones agrícolas creadas y provenientes de Alcudia de Guadix, donde su patrón poseía otras cortijadas.  En el Archivo Histórico Militar de Madrid se conservan diversos croquis realizados en plena ocupación francesa por un capitán español del cuerpo de exploradores sobre la situación de los caminos del entorno de Guadix y Baza en los cuales podemos observar claramente la cañada real y el antiguo camino a Jaén que discurría desde Guadix hasta la torre de Guájar y desde allí al poblado de San Torcuato. Aparece claramente marcado como camino de herradura, distinguiéndose también el topónimo San Torcuato en el documento. Este capitán propone la utilización de este tipo de caminos como viable para facilitar la movilidad y sorpresa ante el ejército francés acantonado en Guadix[11]. Este documento nos indica que el poblado de San Torcuato existía en esa época.
 Tras la marcha de los invasores, el absolutismo vuelve a implantarse en España y con él vuelven la mayoría de prerrogativas que la Iglesia gozaba. El culto vuelve a la planicie para satisfacer las necesidades espirituales de la población de San Torcuato y sus alrededores ya que según un inventario del Archivo Diocesano[12] la ermita y el complejo subterráneo existían en 1845, descrita “en buen estado, con culto diario y situada a dos leguas de la ciudad en sitio llamado de Faz de Retama.
 La industrialización llegó al corredor del Fardes con el ferrocarril. Una familia burguesa instalada en Benalúa, los Fígares, crearon diversas industrias y adquirieron gran parte del interior baldío entre Benalúa y la planicie de Face Retama. El esparto, usado como materia prima para la incipiente industria, se convirtió en la principal actividad económica para los habitantes de la planicie y sus alrededores. De 1922[13] contamos con otro inventario de la Catedral donde podemos observar el ajuar que acompañaba a San Torcuato en su peregrinación anual a la planicie. Entre otras alhajas seis anillos de oro, dos de plata sobredorados, uno de topacio y brillantes donado por el Obispo Hernández Mulas. También contamos con la descripción de las alcuzas de hojalata que contenían los santos óleos cuando se llevaban a las parroquias. Este impresionante ajuar podía contemplarse tan solo el 15 de mayo en la ermita de Face Retama. Para los jornaleros de San Torcuato, la realidad era muy distinta.
 A través del recorrido por las cuevas que habitaban podemos hacernos una idea de la miseria y la dureza que presidía su día a día. Las duras condiciones de vida, la falta de perspectivas vitales,  la injusticia y sin duda las muestras de opulencia en una Iglesia que se proclamaba pobre hicieron germinar en aquellos secos bancales la semilla del comunismo y del anarquismo. A las puertas de la ermita quemaron los jornaleros de San Torcuato la figura del patrón de Guadix durante los primeros días de la Guerra Civil. Muchos de ellos fueron luego perseguidos por el régimen franquista, sufriendo campo de concentración y cárcel política. Curiosamente, tras la Guerra Civil, el aparato ideológico-institucional cristiano desde Guadix actuó de manera similar que en el siglo XVI, cuando había que controlar ideológicamente a la población morisca trashumante en vías de conversión. El culto vuelve de forma regular a la planicie. Francisco Jiménez aún recuerda como todos los días los chiquillos de San Torcuato recibían entre burlas y chanzas al acalorado párroco que llegaba pedaleando entre jadeos a la planicie para la misa y la clase diaria. Al igual que los moriscos, los jornaleros de San Torcuato debían ser controlados ideológicamente desde el Estado católico.       
  La familia Fígares parceló y vendió tras la Guerra sus posesiones en las ramblas cercanas a la planicie. Antes fueron testigos de cómo su azucarera, símbolo de la industrialización del corredor medio del Fardes, fue desmantelada por las autoridades militares republicanas y sus máquinas enviadas en tren al País Vasco y reconvertidas para la producción militar durante la contienda. Con la llegada de las tropas nacionales, fue transformada en campo de concentración. El último habitante del poblado de San Torcuato, el Chacho Leguete, murió en la década de 1960 negándose a abandonar su cueva tras sufrir años de reclusión y trabajos forzados por su adscripción política comunista. Como un goteo, sus familiares y vecinos habían ido abandonando algunos años antes la planicie durante la segunda revolución industrial sufrida en el corredor medio del Fardes, la de la década de 1960. Muchos emigraron a tierras lejanas, otros a pueblos cercanos, sobre todo a Benalúa y Fonelas.
 El Chacho Leguete no vivió lo suficiente para ver como las tierras baldías de Face Retama volvían a dominio público, actualmente bajo la administración de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.  Algunos miembros de la familia Jiménez han vuelto a poner en producción las tierras de la planicie, moteando el paisaje de almendros. A diferencia de las administraciones públicas, los cateros se niegan a condenar al olvido a la planicie, manteniendo habitables sus cuevas en el poblado de San Torcuato y abriendo sus puertas cada quince de mayo para que su amado Caterico les bendiga cuando pasa en procesión ante ellas.    

Conclusión
 Resumir en un artículo científico cuatro años de investigación arqueológica no es sencillo. La hipótesis tradicional de trabajo partió de la posibilidad de que la planicie de Face Retama hubiese albergado algún tipo de santuario romano o mozárabe donde el cuerpo de San Torcuato hubiese descansado tras su supuesto martirio hasta su posterior traslado al norte de la Península con la llegada de los ejércitos islámicos a partir del siglo VIII. Aunque arqueológicamente no hemos encontrado una base sólida sobre la cual asentar dicha hipótesis, tampoco puede descartarse que en el lugar se celebrase algún tipo de festividad o ritual religioso. Si partimos de la premisa que un culto suplanta al anteriormente establecido y el cristianismo se superpuso al islamismo en la planicie a partir del siglo XV, de igual forma el sistema musulmán pudo haber sustituido a algún culto de tipo cristiano e incluso pagano desarrollado hasta esas fechas en Face Retama, como el observado por Don Diego Hurtado de Mendoza en la segunda mitad del siglo XVI, cuando en su Guerra de Granada habla del culto al Netón prerromano que aún subsistía en las zonas rurales de la comarca de Guadix en forma de adoración a piedras con forma de sol negro. También el relato del Maestro Medina –finales del siglo XV- parece ir encaminado en ese sentido al referirse a las luces que según la tradición parecían surgir en el paraje.
     A partir de nuestra investigación hemos propuesto como primer poblamiento y primera fase de desarrollo económico de la planicie el asentamiento estacional de comunidades ganaderas trashumantes provenientes del Atlas marroquí a partir del siglo X-XI, aunque a partir de la cerámica observada en el Covarrón de los Almendros podemos imaginar el paraje cruzado por este tipo de clanes trashumantes al menos desde el I Milenio a.C.  La llegada de la frontera y de las razias cristianas al corredor del Fardes y a Segura, incidieron en la despoblación del extremo norte de la comarca de Guadix e interrumpieron el circuito ganadero que unía Sierra Morena con Sierra Nevada y los valles que caen al levante y al poniente almeriense. A partir de la conquista cristiana el circuito vuelve a reanudarse y de nuevo pastores trashumantes vuelven a recorrer la ancestral cañada que discurre por la planicie. Quizás los últimos moriscos en ser expulsados de la comarca fuesen los de Face Retama, en cualquier caso, no será hasta el final de las guerras moriscas en el último cuarto del siglo XVI cuando con la plena implantación de la Compañía de Jesús en Guadix la planicie de Face Retama vuelva definitivamente al ámbito religioso cristiano. Un Catastro General, varias desamortizaciones, dos revoluciones industriales, luchas jornaleras y una dictadura, han trazado el posterior relato histórico de la planicie hasta llegar a nuestros días. 
 El yacimiento de Face Retama es único en el ámbito cultural peninsular, ya que es el único ejemplo conocido de complejo religioso mudéjar excavado. Con unas posibilidades culturales, deportivas y económicas insospechadas, resulta sorprndnte cuando menos que ninguno de los tres pueblos implicados en la planicie –Guadix y Fonelas al confluir el yacimiento en sus términos municipales y Benalúa al acoger la masa de descendientes y últimos pobladores del lugar- hayan puesto en marcha nunca ninguna actuación en el sentido de recuperar y dotar de contenido funcional al yacimiento. Tan solo en las últimas décadas algunas cuevas y algunas fanegas de tierra han sido de nuevo recuperadas, movidos éstos cateros, más por el orgullo de no perder esas cuevas y tierras que sus abuelos exprimieron hasta la última gota de sudor, que por la intención de comenzar una nueva etapa de población permanente en la planicie o sacar algún tipo de rentabilidad económica al sitio.



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[2] GÓMEZ-MORENO CALERA, J.M.: Arquitectura mudéjar en la comarca de Guadix. Centro Iniciativas Turísticas de la Comarca de Guadix. Pág. 83. Guadix. 2009.
[3] Su similitud con la ermita de San Sebastián de Orce –otro posible antiguo morabito- es asombrosa: atendida por un único ermitaño, su planta es similar, cuanta también con un olivo aledaño, etc.
[4] MUÑOZ CABALLEDA, P.: Viaje por Marruecos. http://viajarpormarruecos.blogspot.com.es/
[5] Hasta la llegada de la industrialización, la patrona de Benalúa era la Virgen del Prado.
[6] GARCÍA VEGA, M.: Hagiografía de San Torcuato. Guadix, 2012.
[7] FERNÁNDEZ GARCÍA, F. de Asís.: Proyecto de estudio del Santuario de San Torcuato, Guadix. Pág. 28-38. Trabajo de investigación final del Máster de Arqueología y Territorio de la Universidad de Granada, 2011. Granada.
[8] ALMAGRO VIDAL C., MARÍN LÓPEZ, R.; Repartimiento de bienes a las iglesias de Guadix. Universidad de Granada, 2005.
[9] Una simple regla de tres entre el salario de la cuadrilla -400 ducados- al año y los 80 ducados del presupuesto del ermitaño.
[10] Sobre la Plata de las Iglesias. Año 1809. A.H.O.G.
[11] Fernández García, F. de Asís.; Proyecto de estudio del Santuario de San Torcuato, Guadix. Trabajo de investigación final del Máster de Arqueología y Territorio de la Universidad de Granada, 2011. Granada. Documento escaneado e incorporado al anexo informático del Trabajo (Anexo Informático-Imágenes-Documentos/Grabados-Cartografía Militar). SG. Ar.G-T.6-C.2-198(bis).
[12] Ermitas de la ciudad y obispado de Guadix, 1845. Erección: Capillas, Oratorios, Ermitas (1633-1969). Carpeta 3.408. A.H.O.G.
[13] Inventario General de las alhajas-ornamentos y demás objetos pertenecientes a esta S. A. I. Catedral de Guadix. Año 1922. A.H.O.G.